Esta temporada los meteorólogos nos han mostrado fotos de campos de amapolas hasta la saciedad. Y es que éste, ha sido de los años generosos en extensión de esta flor. Y yo, como cada primavera, no me resisto a hacerle mi homenaje.
Cuenta la leyenda que las ampolas nacieron en las guerras napoleónicas, por la sangre de los soldados muertos en la batalla de Waterloo, pero después se ha aplicado este mismo orígen a las dos guerras mundiales. Así Gran Bretaña y otros paises europeos la ostentan como emblema en su vestimenta en algunas conmemoraciones. Parece que esta tradición está sacada del poema que el escritor canadiense John McCrae publicó en 1915: ..."En los campos de Flandes donde florecen las amapolas, entre cruces y cruces a solas...".
Menos dramática es su aplicación como símbolo del sueño.
También se dice que sus semillas esparcidas en la comida de la persona amada hacen caer a ésta irremisiblemente rendida a los encantos de quien las utiliza.
(Lo que no dice la tradición es qué clase de semillas de amapola ni qué cantidad, porque tal vez el objeto del deseo queda tan aturdido que es incapaz de defenderse).