Laura Climent. "Palmeras en Sevilla". (Watercolor. Acuarela).
Están por todas partes. Tantas, que ni te acuerdas que están. Apenas te fijas en la diferencia de vegetación.
Tal es así, que cuando te das cuenta te has perdido en ella y a veces no se encuentra la salida .
Es una masa forestal y animal que extiende sus tentáculos más allá de toda lógica.
En las ciudades de algunos países tiene un nombre. En España todavía no, pero su poder es inconfundible.
La hallareís en muchos lugares. En ciertos Estados, encuentra el terreno propicio lejos de la capital. Ataviada de folklore. Envuelta en flores y cantos, disfrazada de religión, justicia y alegría. Regada con vino, mucho vino y alimentada por suculentos platos de mentira, corrupción, falsedad, prostitución y robo. Se pavonea envuelta en trasnochados y ridículos atuendos para impresionar a los incautos. Pero no hay duda es la misma, la misma en todas partes. Aparentando y derrochando. Engañando y atrapando entre sus nudos invisibles, casi ineludibles para algunos incautos. Amparada bajo las ramas de las palmeras, a la sombra de las hermosas y venenosas adelfas. Mezclando sus cánticos con los del ruiseñor, porque siempre habrá quien no tenga el oído afinado.
Yo, como don Vito, no diré su nombre, pero se que está. Está, la he visto y olido como la carne que lleva años en la misma despensa. En esa despensa, que lejos de la vista ajena, se guarda el trigo, el tocino, el odio, el buen vino y el veneno en repisas iguales y que solo sabe escoger y administrar quien ha perdido el más mínimo sentido del amor y la decencia.
Suerte que aun quedan palmeras!